miércoles, 12 de marzo de 2014

Para ejercitar, contextualizar, investigar y crear...



DE LUJO


Trapito ingresó, finalmente, a la crónica periodística. Yo, que lo conocía, lo descubrí en la portada del diario. Delgado, joven y siempre atildado. Así se lo destacaba a todo color.
Vestido como para ir a la oficina, cumplía su labor en la esquina del edificio municipal de Tres de Febrero, en pleno centro de Caseros.
Con excelentes modales, Trapito acomodaba autos, evitaba accidentes, hacía de semáforo; colaboraba con el descenso de alguna anciana y hasta abría su paraguas si era necesario.
No escatimaba las atenciones. Vigilaba y resguardaba espacios, ofrecía sus ojos cuando las mujeres no alcanzaban con su mirada el cordón y era capaz de estacionar él mismo, si alguien, poco habilidoso, no lo conseguía.
No era un “trapito” más. No fue un “trapito tramposo”. Sin embargo, supusieron que formaba parte de la  “selecta mafia” amarilla -franelera- de la zona.
La joven Policía, recientemente formada en la Escuela de la avenida Gral. San Martín, no le creyó ni permitió defensa.
Trapito fue desalojado, sin más; como los otros, entre gritos y forcejeos, sin posibilidad de defensa y… menos volver a “su lugar de trabajo”: una mesita rodante, provista de paños, limpiavidrios y un spray con aroma a lavanda, que lo distinguía.
Solo algunos “colegas franeleros” retornaron a las calles. Un puñado de oscuros seres, hábiles en los negocios, los contactos y las chicanas mundanas, de ciudad pequeña.


Decidido, entonces, Carlos (ese su nombre real), se sentó en la esquina y esperó… Esperó y esperó. Todos los transeúntes y automovilistas -amigos de su bondad-,  lo observaron y alentaron.
Reclamaron su presencia -pulcra y responsable-, exigiendo su regreso al puesto de estacionamiento.
Una cuadra, solo una cuadra, era la que Carlitos cuidaba. Sus protegidos lo apoyaron, sin reparos. Hicieron que los medios se ocuparan del caso, prolija y extensamente, desplazando a autoridades y comerciantes indignados.
En contra de la “mafia de los trapitos”, él y los usuarios de autos y motos, se pusieron de acuerdo y lograron el desalojo de los malos de una película conocida por todos y amparada por algunos.
Paño en mano, el muchacho, Carlitos,  agradeció la solidaridad recibida y, con zapatos nuevos, relucientes, recibió en “su cuadra” a quienes confiaban en él.
Un trapito de lujo. Sonriente y bueno.
Que los hay, los hay. 

2014 - G. D.

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